En el silencio

Todo empieza desde la nada, desde el vacío, en la obscuridad, en el silencio.

Si nos damos el permiso de parar, cerrar los ojos y escuchar; podemos crear una especie de vacío en el que solamente existes tú.

Tú, tu respiración y el latir de tu corazón.

Tú y tu cuerpo.

Pienso, mi cuerpo nació de la nada, que es el todo. Se engendró en el cosmos del vientre de mi madre, de nuestras madres.

Milagrosamente.

Gracias a que tu madre y tu padre fueron engendrados milagrosamente y vivieron y se encontraron. Y tus cuatro abuelas y abuelos, milagrosamente fueron engendrados, vivieron y se encontraron. Y tus bisabuelas y bisabuelos lo mismo, tus tatarabuelos, trabisabuelos, rebisanuelos, retatarabuelos, bisretatarabuelos…

Dime que no es un milagro que hoy estés tú aquí, siendo el milagro que aconteció después de toda tu cadena de milagros familiar. Y que estés aquí, hoy, leyéndome, en este espacio-tiempo. A mi, personalmente, me parece una sincronicidad maravillosa que agradezco y honro enormemente.

Estoy tan feliz que vamos a hacer de este instante, una experiencia mágica.

Cierro los ojos e imagino que estás llegando, te veo allí a lo lejos. Llevas semanas de camino, como yo el día que llegué. Vislumbro desde mi ventana el cansancio en ti y como debe pesar tu mochila.

Acabas de llegar a la cima de mi colina y salgo a tu encuentro. Nos miramos a los ojos, te brillan y nos sonreímos. Algo dentro nuestro nos dice que ya nos conocemos. Que esa mirada y esa sonrisa nos es familiar. Y nos abrazamos como si lo hubiéramos hecho tantas veces en esta vida. Nos sentimos en casa.

Y te explico que vivo aquí un ratito cada día. Que esta colina me acoge siempre y que también puede ser un lugar para ti de descanso, siempre que lo desees y aunque yo no esté.

Entramos y mientras te duchas nos preparo una infusión, la mía es de jengibre y cúrcuma. Y cuando sales, siendo otra mujer, con otro semblante, y otra energía; abres la despensa y eliges tus hierbas preferidas.

Con ellas salimos fuera y ya descalzas nos sentamos en el pasto. Está fresco, pues la tarde está cayendo ya. Nos ponemos al día mientras nuestros cuerpos se relajan entre historias. Los músculos se destensan. Los dedos de los pies juegan con la hierba. Las manos calientes aguantan las tazas, aún humeantes. Y mientras vemos, gozosas de nuestra existencia, el astro Sol desaparecer.

Voy a por unas mantas, así podemos seguir charlando estiradas boca arriba de como poder habitarnos cada día un poco más. Y te voy a contar un secreto, la fotografía es muy mágica para esto del autohabitarse, del autoverse, del autoamarse y como casualidad, en aquel entonces se revelaban en un lugar oscuro, vacío, húmedo, fértil, silencioso,…

… y vemos como en el firmamento van apareciendo las estrellas, la Luna y Venus vespertina.

… y así, honrando el momento desde nuestra colina,

… en el quieto silencio de la noche,

… eres muy bienvenida a casa.

Un guiño,

El Ojo de Venus

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